MIS GANAS DE MUNDO

27.01.2019 – Andorra

El otro día escuché una charla en donde se hablaba de la felicidad. Y que toda felicidad siempre viene de la mano del atreverse. Por eso me dieron ganas de escribir sobre esto…

Mural que fotografié en la ciudad de Kuala Lumpur en Malasia.

Ya pasaron un poco más de 10 meses de viaje… hasta ya puedo decir que salí de casa el año pasado… y por sobretodo puedo decir que hace 10 meses y en verdad más, me atreví. Me atreví a cambiar mi estilo de vida: a no tener un hogar, a que mi casa sea el colchón de alguien, el de un hostel, o la casa de otro. A que mi hogar sean sólo las cosas que decidí que entraban en mi mochila y que me acompañarían el resto de los meses. A que mis amigos fueran nuevas personas; a que mis días siempre fueran diferentes; a disfrutar estar bajo la lluvia y también bajo el rayo del sol; a decidir por mí misma, no tomando siempre la mejor decisión, pero sabiendo que si me equivocaba nada pasaría.

Me atreví a irme a India sola por ejemplo y que no me gustara… por lo que aprendí a equivocarme, con el miedo que me dió toda mi vida equivocarme! Siempre quise y traté de que las cosas me salieran de la mejor manera posible, y si no lo hacía casi perfecto me machacaba la cabeza… de viaje aprendí que si me equivoco no pasa nada, porque las cosas se pueden modificar. Y si no está bien cómo lo hago o qué hago se puede hacer de otra manera; y si el lugar que elegí para ir no me gusta, tengo las herramientas para irme y no seguir sufriendo.

Me atreví a confiar en los demás, yo que sólo pensaba que siempre primero había que desconfiar y que luego me demostraran lo contrario. Me equivocaba… y aprendí, porque no hay nada más lindo, más reconfortante y satisfactorio que confiar en las personas. Y si defraudan, darse vuelta y seguir caminando, porque no eran las personas que debían seguir caminando a mi par.

Me atreví a dejar de lado mi comodidad para dejarme deslumbrar por el mundo. Me atreví a decir “en Noviembre no vuelvo porque quiero seguir viajando”, aunque la plata ya no me alcanzara, aunque tuviera menos, aunque me fuera a un lugar que luego no me gustara. Me atreví a vivir con objetivos más que cortos para cumplirlos y seguir.

Me atreví a ir a lugares donde nunca hubiese ido; me atreví a hacer cosas que me dieran “fiaca” pero que una vez que las hice me llenaron de felicidad.

Me atreví a perder cosas y personas muy importantes en mi vida, pero sé que gané otras. Y que si son tan importantes, siempre estarán de una manera u otra, aprendiendo a no quedarme anclada en el pasado, en los recuerdos, sino en vivir el presente y todo lo que eso me regala hoy.

Aprendí que cuando las cosas no salen como uno quieren, hay que mirar hacia el interior, buscar qué es eso que uno tanto desea, y qué está haciendo por ello, y que cuando uno encuentra la raíz, todo lo demás cambia. Esas cosas que no salían, comienzan a salir. Esas decisiones que uno no podía tomar, empiezan a realizarse, y que cada paso que uno va dando es porque lo va llevando a un nuevo lugar.

Hace meses (o años) me atreví a cambiar, porque nadie es igual desde que nace hasta que muere. Porque uno debe ir evolucionando, y esa evolución sólo se da con cambios. Dejé cosas de lado, me saqué peso de encima, empecé a disfrutar del cielo, de la tierra, del viento, de la lluvia, de las estrellas, de la nieve. Disfrutar de las subidas, porque cuando uno más alto está, más disfruta de la vista. Y también de las bajadas, para volver al lugar donde uno estaba. Empecé a disfrutar de cada una de las personas que me rodean porque aprendí que todas y cada una de ellas se cruzan para darme una enseñanza, desde la más bondadosa, la más risueña, hasta la más mala onda y no tan afín a mi persona.

Aprendí que si este momento no me gusta, se puede modificar, pero no yéndose, sino modificando la actitud y la energía de uno para esa situación, lugar, momento, persona o lo que tenga enfrente.
Aprendí a ser más cautelosa, no tan ansiosa. A transitar el momento ya que detrás de eso siempre hay una enseñanza.

Aprendí que para lo que para mí es poco, para otro es mucho; que lo que para mí es mucho, para otros es poco. Confirmé que lo lindo es ser único, y que las comparaciones son cosas de personas que no confían en su camino . Que justamente las comparaciones deben servir como inspiraciones si uno lo desea.

Me atreví a vivir el presente, dejando atrás la vida que tenía y sin pensar en qué vendrá. Porque estos meses de viaje me enseñaron que el futuro es efímero, que las decisiones se toman en el presente, sin pensar qué podría venir mañana. Y aprendí a aceptar el presente con la mayor felicidad.

Hace un tiempo atrás me atreví, y eso me enseñó. Porque si uno no se atreve es más difícil que aprenda. Y por sobretodo gracias a atreverme aprendí lo que es la felicidad, que yo describo como una energía que sale del pecho, que quiere decir con una sonrisa enorme que no entra en la cara: “mírenme! acá estoy yo siendo feliz”, pero que nadie escucha. Y nadie lo escucha porque la felicidad es sólo de uno, como la vida. La vida se puede compartir, al igual que la felicidad, pero tanto una como la otra es sólo de uno. Y los demás podrán ser observadores, podrán ser compañeros, pero sólo uno puede sentirla y disfrutarla.

Y para qué escribo todo esto entonces? Si la vida es de uno y la felicidad es propia? Porque el atreverse, el aprender y el ser feliz se pueden contagiar. Y soy una convencida de que quien no se atreve en esta vida, no avanza.
Atreverse a ponerse una nueva remera que antes no quería; atreverse a cambiar el look de pelo que siempre me dio vergüenza; atreverse a decirle a alguien eso que siempre quise (con respeto por favor); atreverse a caminar una cuadra más; atreverse a ir a ese lugar que siempre deseé o lograr ese trabajo que soñé; atreverse cada día a ir por un poquito más para mí es vivir la vida de la más reconfortante manera.
Todos un día ya no vamos a estar más en este plano de vida, y nuestro paso es tan corto que hay que disfrutarlo. No sirve de nada vivir en la queja, en la nostalgia, en el remordimiento. Y aunque todos piensen que la felicidad es efímera, que es sólo un momento… yo creo que la felicidad es una actitud. Que se puede ser feliz con tan menos, pero con mucho más en el corazón. Que se puede ser feliz sólo mirando a los demás.

Y para terminar los dejo con esta experiencia (para mí una de las mayores enseñanzas)… aprendí, caminando por las calles de Bangkok y es algo que no voy a dejar de hacer porque me llenó el corazón de amor y paz, que cada vez que caminen por la calle o fuera de su casa y crucen la mirada con alguien, en vez de mirar para otro lado o poner mala cara, regalenle una sonrisa. Una simple y sincera sonrisa… Sólo eso. Atreverse a sonreírle a un desconocido es una de las más lindas felicidades que me llenan el corazón. Y creo que con esos pequeños gestos son con los que podemos cambiar muchas cosas!!!

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