MIS GANAS DE MUNDO

25.12.2024 – Navidad en Japón.

Tenía mucha expectativa de pasar las fiestas en Japon. Lo que más me importa en verdad es ver la celebración de año nuevo ya que antes de venir leí sobre cómo lo festejan acá y sabía que Navidad no lo celebran. Es entendible. Es un país Shinto y budista, por lo que es normal que una celebración cristiana no tenga importancia. No así, me resulta extraño y aún no me pudieron dar la respuesta de por qué no celebran el año nuevo Budista, como en Tailandia y otros países budistas. Por la poca información que hay en internet es porque utilizan el calendario gregoriano.

Bueno, saliendo de esa breve explicación. Qué diferente sería “no tener Navidad”. Quiero ser clara en un punto. Navidad me importa poco y nada. Mi familia es católica (como la mayoría de familias en Argentina), pero fui la única que se interesó por conocer otras cosas (creo que eso de las tradiciones no se me da tanto, bueno, salvo con el mate). Y cuando comencé a interiorizarme con el Budismo, y cuando fui a Tailandia entendí que yo quería que esa fuera la forma de representarme. No sé si me puedo considerar “budista” pero si sé que AMO el BUDISMO. Si bien por supuesto hay cosas con las que discrepo o que no sigo, creo que es una de las formas más certeras de ver y vivir la vida. Siendo parte de un todo, y no posicionarme por debajo de. Soy humana, por eso también soy Universo y soy Divinidad.

Me volví a dispersar. La Navidad no me interesa. Sólo siempre la festejé por algo social y cultural (y antes me enojaba si la navidad no se festejaba de una forma a la que estaba acostumbrada, menos mal que maduré, jaja). Siento que es un momento más del capitalismo donde estamos inmersos. Y créanme, no pasa nada si no hay regalos en Navidad, podemos seguir viviendo. Y decir “feliz navidad” o “felices pascuas” es un concepto que me queda corto y sin mucho sentido.

PERO más allá de toda “rebeldía” contra este evento Mundial, sí lo siento como un momento más de encuentro. Y sobre todo, un momento de encuentro familiar. Y en el caso de quienes viajamos muchas veces esa familia son nuestros amigos. Por lo que iba a pasar Navidad en Japón, sin estar cerca ni de amigos y ni de mi familia. En un país donde la tradición es que en la noche buena la celebran como un San Valentín y las parejas salen a festejar el día, para ellos, más romántico del año. Qué lejos estoy de todo eso! Jaja.

Por lo que después de mucho pensarlo, decidí que mi noche buena sería arriba de un bus. Necesitaba cambiar de ciudad, y el pasaje más económico era el de esa noche, por lo que por supuesto lo compré. Me importaba más estar el 25 en un nuevo lugar, que entendía que sería más lindo para mí porque necesitaba salir un poco de tanto edificio y ciudad, y así fue.

Ay! Y qué increíble fue este 25 de Diciembre! Nunca lo hubiese imaginado así.

Quiero hacer un paréntesis antes de seguir con mi día. Mientras iba en el bus, con esta melancolía en la cabeza escribí algo que ahora se los compartiré. Y si bien parece súper melancólico, aunque un poco lo fue, creo que lo más importante es una cosa: las fechas son connotaciones humanas. El significado a una fecha se la ponemos nosotros. Alguien nos dijo que era importante celebrar tal día (en el caso de Navidad recordemos que al gordo Santa lo creo bastante el marketing… porque nadie sabe el significado de la navidad pagana en sus comienzos allá antes de que llegara el cristianismo a arrasar con todo – bueno, ya me gané el odio de varios, pero no dejemos de saber que el cristianismo arrasó con todo sólo por poder. NO así Jesús. No así las enseñanzas que nos vino a traer una figura. El cristianismo o catolicismo entendido por y para el humano, representado por personas fue el que destruyó todo).

Alguien nos dijo que tal fecha hay que celebrarla o que es importante y que si estas solo es triste pero que si la compartís con otros es feliz y divertida. Esas son ideas. Son ideas, por lo tanto es mente. Y cuando la mente empieza… a veces no para. Por eso creo que uno de mis mayores aprendizajes fue el redescubrir esto de callar a nuestra mente. El decirme “esto es algo impuesto”. El ver cómo en Japón no se celebra y no son infelices (bueno, no por no festejar navidad…). El restarle importancia a lo que nos construyen desde pequeños, con ilusiones de alguien que no existe, con mandatos de “esto se hace así o no es válido” con un montón de carga más que de desapego. El esperar de otro, que me traiga una recompensa por algo que hice bien. Hay taaanto detrás de tan sólo una celebración que a veces no nos damos cuenta los humanos cómo nos afecta. Tantas personas que se sienten solas porque “no tienen con quien compartir”, o se sienten mal porque no pueden hacer regalos. Sin entender que el estar con uno, el estar vivo, el decir “Gracias porque estoy viviendo y aprendiendo en este plano” debería ser el mayor regalo para darnos.

Me explayé una vez más, perdón. Le dejo lo que escribí en ese momento en el bus:

Y de repente me encuentro viajando sola por Japón en fin de año. En un país donde la Navidad no se festeja. Donde la noche buena la toman como el día de San Valentín. Donde el 25 se trabaja y no es festivo (feriado).

Viajando sola.

Durante una fiesta que de chica sólo me importaban los regalos, como a cualquier niñx. Y de grande sólo me importa ver disfrutar a mis sobrinxs de sus regalos. Pues crecí y no me considero cristiana. Amo el budismo y ahora quiero saber más del Shinto.

Decidí pasar la noche buena arriba de un bus. Yendo de un lugar a otro. Haciendo lo que más me gusta en la vida, viajar.

Pero en la mente aparecen los pensamientos. Esos pensamientos intrusivos. Esas emociones donde me digo “las próximas fiestas las paso en Buenos Aires con mi familia.” Los extraño. Extraño. Y al mismo momento me digo, el valor a una fecha sólo se la damos lxs humanxs. De hecho para lxs japoneses esta fecha no tiene importancia. Pero me crié con Navidad en la cabeza. Es difícil derribar todos los mandatos de la vida.

Pero soy feliz viajando…

Entonces me compenso festejando con una videollamada a las 00 de Argentina con mi familia. Porque no es noche buena, no es Navidad. Son ellxs. El no estar otro año más. El no estar en las anécdotas familiares. En las fotos. En los recuerdos de mis sobrinxs. Pero sólo es una fecha más…

Y la vida hay que disfrutarla como a cada unx le guste disfrutarla. Y que no se mal entienda, estoy orgullosa de quien soy y de donde estoy. Pero son ellxs…

Una Navidad más, una Navidad menos.

Y les comparto esto para luego volver a mi día 25. Llegué temprano a Nara, a las 8 de la mañana ya estaba llegando al hostel. Un hostel cálido, acogedor. Con viajeros de distintas partes que me recibieron de una forma hermosa. Ni bien llegué me puse a hablar con un español que conocía Argentina porque en 2017 había empezado un viaje de dos años en bicicleta desde Alaska hasta nuestra Patagonia. Ahora estaba viajando desde Corea del Sur en bici, pasando por Japón, China y concluyendo en el sudeste asiático. Luego una señora polaca me dio la bienvenida y estuvimos hablando un poco, y por la noche estuve hablando con un chico francés (que también conoció Argentina) y ahora viajando por Japón está viendo de quedarse trabajando acá y “sino no pasa nada, me vuelvo a Francia”.

A veces, encontrarse con personas que comparten el mismo gusto de vivir otra vida, el ser diferentes a lo “normal” hace tan bien. Hace sentir a uno un poco más comprendido. Porque hay tantas formas diferentes de vivir y eso es lo que nos hace interesantes a los humanos. Y bueno, para mí aún más, salir de las estructuras en donde nos criamos.

Vuelvo. Después de conversar con estas personas, hice una videollamada con una de las personas más importantes de mi vida y que me la dio el viajar, y es mi amiga Pepa. Ella en Italia, yo en Japón pero siempre con la misma sensación: la distancia física no existe. Dos horas de charla. Para cortar con ella y brindar con mi familia (en Argentina son 12 horas menos que aquí). Y luego de eso decidí ir a conocer un templo. Lo único que sabía es que un templo budista donde al fin podría ver una imagen de Buda.

El tan sólo entrar en el templo me impactó hasta las lágrimas. No podía creer lo que estaba viendo. Se me hizo un nudo en la garganta que sólo viví en la Sagrada Familia en Barcelona. Pero esta vez no podía contener las lágrimas. Creo que si me veía desde afuera mi cara de “no puedo creer lo que estoy viendo” debería ser impresionante. Miraba a Buda, miraba a una nueva figura para mí de la cual estoy aprendiendo y que no conocía porque es una figura que representan más en el budismo japonés que en el tailandés y que es Kokuzo Bosatsu, una deidad budista conocida por su sabiduría e infinita benevolencia (quizás por esta última característica es por la que me sentí atraída…).

Lloraba. Miraba a Buda, y aquí estoy también aprendiendo un nuevo concepto, el de Buda Vairocana: el Buda cuya luz de conocimiento y compasión es tan brillantes que ilumina por doquier. El canto de los pájaros, el color de las flores, el fluir del agua o la forma de las nubes, son parte de las enseñanzas de Vairocana para la salvación de todos los seres vivos. Y cómo no amarlo!

En fin, no puedo explicar lo expandido que estaba mi corazón y mi alma por estar ahí. No me quería ir. Quería quedarme por siempre a mirarlo. Creo que nunca sentí este sentimiento de gratitud hasta las lágrimas. De sentirme tan donde tenía que estar. Asombrada, feliz, expandida.

Cuando decidí irme del templo, sentía que ya nada iba a ser como lo que acababa de ver. Pero el budismo siempre tiene más para dar. Este templo está situado en el complejo más grande de templos de unos 340metros cuadrados y donde no sólo existe este sino que también hay muchos templos más con diferentes representaciones y significados. Comencé a caminar y cada lugar era mágico. Y así pasé mi Navidad. Entre templos budistas, ciervos y fotos, muchísimas fotos. Mi 25 de diciembre no pudo ser mejor.

Completa de felicidad. Completa de amor. Completa de gratitud. Gratitud con la vida. Gratitud con mi ser. Gratitud por nuevamente escuchar mi alma y encontrarme en este lugar donde sabía que era donde debía estar.

Esta vida es mágica si queremos vivirla con magia. El amor es la vibración más alta del Universo (eso sí nos lo enseñó Jesus) y si nosotros vibramos en amor, con nosotros y con los demás, sanamos, nos liberamos, nos expandimos y por sobretodo vivimos en paz y plenitud.

Y eso es lo que deberían recordarnos más que el comprar regalos que sólo nos “sirven” para un momento y se terminan. El amor nos acompaña de por vida. La gratitud es infinita y se expande más allá de nuestra finita humanidad.

Feliz vida. Feliz 25, feliz 31, felices todos los días de nuestra existencia.

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