REFLEXIONES DE VIAJE

UNA CONVERSACIÓN CON LA NUBES

A veces, en verdad muchas veces, amo observar la naturaleza porque entiendo que de ella aprendemos mucho más que de cualquier ser humanx.

Hace unos meses atrás tuve una conversación increíble con el cielo, las nubes, el viento.

Para ponerlxs en contexto, acá donde estoy en Nueva Zelanda el clima es muy cambiante, puede amanecer con sol y luego de un momento para el otro comenzar una gran tormenta, de lluvia o mucho viento, y luego calmar pero quedarse feo o que vuelva a salir el sol… Todo muy ciclotímico.

Pero huno una semana hace ya unos meses que hubo unos días soleados así que uno de ellos me crucé a la playa y me quedé observando el cielo, tumbada en la arena.

Tengo que contar que primero antes de hacer eso, me saqué una carta del tarot egipcio con el que vengo trabajando desde hace unos años cuando aprendí a leerlo. Sólo leo los arcanos mayores, porque aún no aprendí a leer los menores. Y las cartas para mí son mis grandes amigas cuando no me siento del todo bien. Siempre elijo sacar una carta para entender cuál es la energía que estoy vibrando en ese momento. Ese día la carta que me salió fue la fragilidad que en muy resumidas palabras expresa los cambios que suceden de raíz; cuando aparece esta carta se debe fluir con la transformación porque es algo que sí o sí va a pasar, no hay forma de que no suceda, entonces sufrir es innecesario. Es una carta que simboliza la ley universal del ritmo (para quienes leyeron el Kybalión lo entenderán) en donde se explica que todo ciclo lleva un tiempo y que debemos entonces fluir en esa energía y comprender que cada etapa lleva su paso a paso.

Quizás se preguntarán qué tiene que ver lo que les cuento del tarot con lo que realmente quiero expresar sobre el aprendizaje que tuve, pero todo está TAN PERFECTAMENTE relacionado que lo entenderán.

Ese día me quedé tumbada sobre la arena mirando el soleado y al mismo tiempo nublado (lleno de nubes) cielo. Quienes me leen desde mi primera salida de Bs As hace más de 5 años sabrán que en Tailandia comencé a mirar de otra forma las nubes en el cielo. Al comenzarlas a observar entendí que son un fenómeno natural extraordinario y que creo que no muchas personas les da importancia salvo si llevan a que el día esté nublado o no.

Y si bien me cuesta un poco poner en palabras mis observaciones y por sobretodo mis pensamientos en palabras de ese día, lo haré de la mejor manera posible para que entiendan lo que quiero trasmitir.

Como les comenté ese día a pesar de que había muchas nubes en el cielo, había un sol hermosísimo. Fue un día liberador de emociones ya que al no estar transitando un momento tan pleno sentimentalmente me pasaba de sonreír y llorar casi al mismo momento. Cuando uno se iba aparecía otro. Y aquí viene la enseñanza.

Cuando estaba mirando el cielo y ese hermosísimo sol veía cómo se estaban acercando unas nubes negras que me llevaban a pensar que iban a tapar el sol. Y por cómo corría el viento cuando esas nubes se iban acercando, en vez de tapar el sol, pasaban por al lado de él.

Cuando realmente lo tapaban, pensaba que ese día hermoso estaba por acabar (en invierno cuando no hay sol hace mucho frío en esta isla, o por lo menos para mí) y de repente esas nubes se disipaban dejando nuevamente que el sol me calentara. Y así sucesivamente diferentes situaciones que eran diferentes a lo que mi raciocinio creía.   

Y así fue cómo nuevamente el cielo en su totalidad: las nubes, el viento y hasta el sol me enseñaron que nada se puede predecir previamente hasta que el acto suceda en ese preciso instante. Que suponer (tal como dice el hermoso libro “Los 4 acuerdos toltecas”) no sirve de nada.

Y que el Universo es tan perfecto que al mismo momento que la energía que me estaba mostrando una carta del tarot, me lo estaba espejando en ese preciso instante con la perfecta naturaleza.

Quizás para algunxs sólo es predisponerme a que pasara algo que me estaba diciendo algo, en este caso la carta del tarot, pero para mí simplemente fue el aprendizaje exacto en el momento perfecto.

Y no sólo porque pasó en ese momento, sino porque evidentemente ese fluir me costó tanto que la vida me lo vino a poner otra vez delante de mis ojos con experiencias propias vividas en este lugar. Qué? Lo escribiré en la siguiente nota cuando me vaya de Nueva Zelanda porque sin duda ha sido uno de los aprendizajes más profundos que tuve que incorporar a mi vida y el cual no debo soltar.

Gracias una vez más Universo por ser mi gran maestro siempre, y por sobre todo cuando más lo necesito. Gracias nuevamente a mi ser por haber abierto mi camino a observar la naturaleza y aprender de ella.

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