REFLEXIONES DE VIAJE

EL MAR

Estuve unas semanas en la playa, y cada día que veía el mar me venían muchos pensamientos a la cabeza… Un día llegué a la playa y estaba TAN lejos que automáticamente esta reflexión se adueñó de mí:

El Mar, esa porción de agua tan misteriosa! Nunca sabemos qué hay del otro lado!

El Mar va y viene, descansa y se alborota. Brilla y al mismo tiempo con tan sólo horas de diferencia es la más profunda oscuridad, tanto que tan sólo lo escuchamos.

Sabe cuándo ser calmo, cuándo jugar con pequeñas olas y cuándo ser el más peligroso.

Ese mismo Mar me enseñó que a veces es mejor alejarse un rato, descansar, irse de la orilla, dejar de tocar los pies de muchos para adentrarse en lo más íntimo de sí. Me enseñó que a veces es mejor retroceder y mirar la costa desde lejos, desde otra perspectiva. Alejarse para que sólo los que realmente quieran tocarlo, caminen… caminen metros y hasta a veces kilómetros para poder contemplarlo, disfrutarlo. Para que todos aquellos que se sienten ahogados, respiren un poco. Para que las piedras que él oculta sean visibles (y muchas veces también la mugre que descansa dentro de él).

Alejarse y esperar para limpiarse en lo más profundo de sí.

¿Y para qué? Para volver! Para volver con más fuerza y para ser aún más grande. Para tocar la orilla y los pies de esas personas que se quedaron esperándolo. Para que todos disfruten junto con él de su mejor versión. Y por sobretodo para demostrar que él se achica pero crece como nadie, y si quiere lleva todo a su andar.

Aprendamos! Aprendamos de la naturaleza que hace miles de años viene saltando obstáculos.

Cuando estemos cansados, descansemos; cuando estemos alborotados, calmemosnos; cuando estemos felices, compartámoslo; pero siempre desde y en lo más profundo de nuestro interior.

 

Hay veces que es mejor retirarse para pensar, para relajarse, para aclarar y calmar las ideas como el mar. Y por sobretodo, muchas veces cuando una situación nos ciega necesitamos alejarnos de la costa para verlo desde otra perspectiva, pensar y volver en nuestra mejor versión, más fuertes y mejor plantados.

Descansemos, pensemos y volvamos con las más grandes olas para seguir con el ritmo de nuestra marea, así todos pueden contemplarnos desde la orilla, o bañarse con nosotros y acompañarnos en nuestro andar.

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