En México…
En México me brindaron los más bellos actos de demostración de amor, seres desconocidas o que había conocido hacía sólo unos días o semanas.
Una de las que más me sorprendió y que si recuerdo bien fue la primera, de Caro, una colombiana bellísima que hacía poco había vuelto a Tulum por segunda vez luego de un desamor (y con el cual nos identificábamos ambas mucho) y que seguramente estaría yendo a buscar esa misma experiencia o aún mejor de lo que ya había pasado. Con ella nos conocimos en un restaurant vegano-vegetariano al que yo había ido a merendar por segunda vez, y cuando nos trajo la carta nos quedamos hablando hasta pasarnos nuestros contactos. Y así, comenzando a salir juntas. Fue quien en una salida que tuvimos junto con mi otra amiga nos preguntó si queríamos ir con ella a Cozumel a pasar su cumpleaños número 30. Ella se había prometido festejarlo y hacerlo en Cozumel… y quería que fuéramos con ella!! Ese fue un acto de amor grandísimo. Su acto de amor: EL COMPARTIR.
Y fue en Cozumel en el cumple de Caro donde conocimos a Martín, un chileno que estaba viviendo en la isla, y fue quien luego me hospedó en su casa y con quien compartimos unos días cuando fui un tiempo después con otra amiga. Y para mí uno de los más grandes actos de amor es brindarle un techo y parte de tu tiempo a alguien que quizás no conoces mucho: EL ALOJAR.
Otro, hasta con el que lloré de felicidad y se los contaré más detallada en otra nota, fue en la playa una tarde que por mi mal humor fui sola. Cuando yo ya había terminado de probar en mí una nueva tirada de tarot egipcio el cual estoy estudiando, se me acerca un chico mexicano que había pasado por la orilla y me había visto, preguntándome si yo cobraba por una leída de cartas. Claramente le dije que no, que sólo estaba estudiando pero que si él quería yo le podía tirar las cartas, si estaba abierto a recibir la energía de los arcanos mayores. Entonces me dijo que sí, muy feliz y hasta nervioso. Ese fue otro acto de grandísimo amor hacia mí: EL CONFIAR.
Esto quizás no fue alguien en especial… pero los Sres. que cocinaban en los puestos de comida en la calle, o las Sras. (porque siempre las atienden en pareja, el que no cocina, cobra) no les importaba que yo sea vegana y les pida algo que no estaba en ningún menú, me hacían la torta como yo les pedía por más que no entendían nada qué es ser vegana. Y cada uno se esmeraba por hacérmela bien rica. Ese es un acto de amor total para mí: EL EMPATIZAR.
Otro acto de amor me lo brindó un chico mexicano de tan sólo 20 años (15 menos que yo) que hacía unas horas nos habíamos conocido también con su amiga argentina dentro del mar ya que para variar yo me metí en su conversación (uno aprende a hacer eso cuando viaja solo, perdón). Hacía larguísimo rato, de hecho, creo que hasta horas que estábamos dentro del mar y en un momento él me comenta que había aprendido a flotar ahí mismo hacía pocos días, que venía practicando cada vez que se metía porque no sabía. Entonces le conté que yo quería ir a lo profundo pero que nunca me animo sola. Al decirle esto me comenzó a explicar qué lo había ayudado a él, y me tendió su mano para ir juntos. Así yo llegué a lo profundo que hacía tanto quería ir, y floté sola, tan fácil como donde yo estaba acostumbrada a hacerlo. Ese fue un acto de amor hermosísimo, ayudar a que el otro pierda un miedo. (después pasé la enseñanza y en un cenote logré que una chica que no quería saltar lo hiciera). Ese acto de amor, EL ACOMPAÑAR.
Y el último fue de Alejo, a quien conocí en el restaurant vegano donde él trabajaba y era mi favorito de Tulum. El día que nos juntamos a tomar unas chelas, nos encontramos sin planearlo y en la puerta de un bar le pregunté si entrabamos allí y me dijo que no porque él había comprado birras para que fuéramos a tomar a una esquinita que le gustaba. Ese es un grandísimo acto de amor que uno puede brindar, el DISFRUTAR lo que a un@ le gusta con otr@.
“Cuanto más tiempo vivo, más hermosa se vuelve la vida.” – Frank Lloyd Wright