MIS EXPERIENCIAS DE VIAJE

Argentina: el mundial, las fiestas y vacaciones en familia.

Volver a casa… siempre pero siempre creo que será movilizante, en todos los aspectos. Desde lo más hondo del corazón, el que cada vez tiene más cicatrices de tantas despedidas emocionantes con la familia.

Bandera Argentina en San Martín de los Andes – Argentina

En este viaje que ya lleva 5 años, fue tan sólo la segunda vez que volvía a Argentina. Aunque la primera habían sido 7 meses intensísimos, esta vez sólo me esperaban 3 meses en el país que serían quizás hasta incluso más intensos que los anteriores.

Cada vuelta es una experiencia diferente para mí, aunque siempre se nota que unx va cambiando de países, de ciudades, de trabajos, de ropa… y la vida del lugar de donde unx es siempre sigue más o menos igual.

Esta vez el llegar fue diferente. Saber que tenía pasaje de salida de Argentina cambiaba todo un poco las cosas creo yo porque esa experiencia tenía fin. Llegué a principios de Noviembre por lo que me esperaba lo más ansiado por todxs, vivir el Mundial en mi país, con mi gente. Esta vez decidí que todos los partidos los vería con mi familia (los mundiales anteriores salvo el del 2018 que lo pasé viajando, me juntaba siempre con mis amigas de fútbol a verlos, como había sido la Copa América en el 2021 cuando salimos campeones). Pero esta vez tenía ese sentimiento del mayor tiempo que estuviera en Buenos Aires compartir con los míos.

Y no sé si fue por el cansancio que venía arrastrando, o por la expectativa que literalmente todxs ponen en vos cuando uno llega luego de un tiempo estando fuera, pero el primer mes me costó muchísimo. No tenía energía para nada. Dormía mucho, empezar a hacer actividad me costaba, no me daban tantas ganas juntarme con amigxs, salir de casa me pesaba… pero fui trabajando en ello y también dejarlo sentir, entender que esa era mi realidad en ese momento y debía transitar ese proceso.

Por suerte luego de hacer una sesión de reiki que me ayudó mucho, y lograr ir transmutando la energía fui empezando a sentirme cada día más enérgica. Esta vez no voy a contar tanto del proceso interno que fui haciendo porque si que es muy personal. Pero lo que si les quiero contar fueron varias emociones y vivencias por las que pasé compartiendo en Argentina.

Como les dije, tuve la suerte de pasar el Mundial en Buenos Aires. Cada partido era juntarnos con mi familia (con cábalas de algunos, otras no cábalas de otros). Ver a mis sobrinxs tanto los más peques como los no tanto disfrutar con cada partido, gritar cada gol, cantar cada canción y alentar a cada jugador fue hermosísimo. Dibujos de Messi colgados por todas partes, figus del mundial que se intercambiaban cada semana, banderas nuevas compradas, camisetas de todos los estilos. Tattoos en cada partido. Todo, cada detalle fue más que alegre y hermoso. Y la final, y la copa, y el festejo y el éxtasis. Y la alegría, y el fanatismo. Y la locura de cada argentinx por esa nueva instancia ganada, TAN pero TAN necesaria para cada ciudadanx como nadie en el mundo imagina (ni yo estando fuera).

No les voy a mentir, cuando estaba en Andorra, a principio de año soñaba con irme a Qatar, y disfrutar de ver en vivo al quizás último mundial del mejor jugador de la historia. Pero AGRADEZCO no haberlo hecho. Porque eso me hubiese llevado a sentirlo de otra manera.

Cada abrazo con mi hermano, mis hermanas, mi mamá, mi papá, mis sobrinxs (todos), mi tía, mi cuñada era un abrazo a mi alma. Creo que lo que a veces los que no son tan fanáticos del fútbol no entienden que en cada abrazo de gol (del equipo que sea) hay mucho más cosas detrás. Creo que la primera y más simple es la de ese abrazo del tiempo compartido, esos 90 minutos en donde dos o más personas están atravesando muchísimas sensaciones tan personales que en cada gol hay un desahogo hermoso (siendo hincha de San Lorenzo me ha pasado de compartir partidos en donde no sólo hemos pasado por sentimientos de frustración, de enojo, de cansancio, sino también de felicidad por tan sólo dar vuelta el resultado de un partido; y aunque parezca tonto, creo que cada emoción que uno pasa en cada experiencia es cómo uno se enfrenta con la vida).

El 18 de diciembre nosotrxs festejamos en el centro de nuestro barrio, BOEDO, en la emblemática Av San Juan y Av Boedo, ya que ir al Obelisco con los niñxs nos parecía no tan seguro en ese día. Pero el 20 de diciembre fui con una de mis hermanas a esperar a los jugadores a que llegaran donde habían planificado. Si bien el hecho no terminó dándose (pues desorganización argentina en todo su esplendor), el ver millones y millones de personas llegando de todos lados de Buenos Aires fue algo increíble, que nunca en mi vida imaginé que podía vivir.

Gracias una vez más a este equipo de fútbol que va a quedar impregnado en la historia de todxs los que los vimos jugar.

Sigo… basta de fútbol. Luego del Mundial en un abrir y cerrar de ojos llegaron las fiestas. Navidad y Año Nuevo. La que no pasaba con mi familia desde el 2017. Volver a ver la expectativa de mis sobris desde antes del 24 a medianoche y el éxtasis en la campanada de las 00 creyendo que era de Papá Noel, volvió a ser mágico.

Todo lo demás en Buenos Aires fueron condimentos. Esta vez disfruté mucho más del estar en casa que salir a disfrutar de la ciudad. Momentos hermosos: pasar los cumples de mi tía, una de mis hermanas, mi mamá junto con ellas. Irme un fin de semana a la costa con mi hermano y su familia. Volver a la cancha de San Lorenzo antes de irme también con mi hermano y mi sobrino de 7 años. Compartir con mis amigxs. Tener charlas, muchas charlas. Abrazar a mis hermanas amigas nuevamente, compartir momentos con ellas, eventos, cenas, risas.

Llevar a mi sobrina más grande a su primer recital, y regalarle su primer piercing. Verla terminar 5to año. Hacer nuevamente una pijamada con mis tres sobrinas más chicas; y ver cómo con tan sólo quedarse a dormir conmigo, hacer pochoclos (maíz inflado) y ver una peli las divierte, y yo con eso soy feliz. Ir a ver a los otros sobris cómo aprenden en sus clases de natación y de fútbol. Ver al más grande sin tanto que necesitar independizándose; ver a una de ellas cómo ama dibujar y a la otra sólo querer pasar el tiempo abrazándome. Caminar con mi mamá y sentarnos a tomar un cafecito (bueno un té en mi caso). Ir al cine a ver Avatar. Abrazar y acariciar a Lolo (mi perro). Ir a buscarlos al colegio. Irme de BA con mil dibujos más de mis sobris.

Pero también, cada llanto, cada discusión, cada no pensar de la misma manera contribuyeron a mi ser. A mi crecimiento. Cada no entender siempre hacen que termine entendiendo la otra parte.

Además de estar en Buenos Aires, esta vez fui a conocer la Patagonia Argentina. La tan famosa Patagonia. Básicamente porque fui a compartir con mi pareja, y su familia es del sur de Argentina. Pero también porque es parte del disfrutar de cuando uno está en su país, ir conociéndolo cada vez un poquito más. Tuve la suerte de conocer: Calafate y el glaciar Perito Moreno (vivenciando un gran desprendimiento), acampar en la montaña en El Chaltén y conocer el Fitz Roy. Y hacer un viaje por la Ruta 40, conociendo desde el km 0 hasta la ciudad de Mendoza (ciudad a la que ya había ido dos veces antes). Así pasamos por lugares bellísimos como: El Bolsón, Villa La Angostura, el camino de los 7 lagos, San Martin de los Andes, Bariloche. Y terminamos el viaje en Mendoza capital, el cual fueron dos días de reencuentro, disfrute y amor.

Al volver de ese viaje de 20 días, me fui de vacaciones con mi familia a la costa por 10 días. Fuimos a San Clemente del Tuyú, partido de la costa en el cual vacacionábamos cuando era chica. Y si bien fueron días intensos (pues no estoy acostumbrada a convivir con niñxs 24hs y sus caprichos), fueron los 10 días más bellos que no tenía desde hacía rato. Disfrutar con lxs seres que son parte de uno es la maravilla más linda que se puede tener en esta vida. Y de eso yo no tenía desde hacía bastante.

“El que vuelve de un viaje no es el mismo que el que se fue.” – Proverbio Chino.

QUÉ ME LLEVO DE ARGENTINA

Esta ida a Buenos Aires fue hermosa. Llena de emociones. Llena de alegría. Llena (como siempre) de sentimientos. Mucho más tranquila que la anterior porque entendía que yo no voy a cambiar a nadie, que no tengo ese derecho. Que yo sólo tengo que cambiar las cosas que no me gustan de mí, es sobre la única persona que tengo derecho. Que las cosas que no me parecen a mí, pueden estar bien para la otra persona, que cada uno vive desde donde le toca y con las herramientas que va desarrollando en su vida.

Para terminar quiero destacar dos cosas que me dijeron.

Una fue un sentimiento de mi mamá: ella siempre me dice que a veces le gustaría verme más feliz en Buenos Aires (sepan entender que las cosas de la familia a unx lo remueven siempre y en muchas no está tan de acuerdo o a veces le gustaría que fueran de otro modo), pero yo ante esas palabras tengo para decir que EN BUENOS AIRES SOY FELIZ PORQUE TENGO A LAS PERSONAS QUE ME HACEN FELICES. Y que por más que a veces uno no lo pasa tan bien por muchas emociones que va encontrando, cada vez que me voy de mi casa soy una persona nueva; más madura, con nuevos pensamientos y mucho más amor. Ver a mis sobrinos crecer y disfrutar de cada cosa que hacen, que me abracen y que me digan que me aman es la experiencia más hermosa y espectacular que me puede pasar en esta vida, porque sigo teniendo su amor aunque esté a km de distancia, a que no todos los días esté presente allá con ellos físicamente. Y ser una persona que hoy puede elegir cómo vivir su vida me llena de orgullo y me enorgullece haberme convertido en esto gracias a los padres que tengo (con todas sus cosas “buenas” y “malas”). Má, quédate tranquila que te aseguro que cada vez que voy soy feliz, porque con poder darte un beso todos los días y abrazarte es más que suficiente para mí.

Lo otro, un amigo me preguntó por qué no me quedo a vivir en Argentina. Y esa pregunta es TAN difícil de responder, que a veces no sé por dónde empezar, tanto que creo que él no me supo entender. HOY (como desde hace 5 años) no elijo vivir en ningún lugar y al mismo tiempo vivir en todos. Suena cliché pero es así. No elijo quedarme quieta en una ciudad, en un pueblo o en un país, aunque a veces tenga que hacerlo porque aún dependo de un trabajo que me pague. Desde hace 5 años conocí una vida diferente, que es fuera del trabajo de oficina de 9hs enfrente de una computadora, para llegar a casa, cenar e ir a dormir, para que no me alcance la plata a fin de mes. Desde el momento que comencé a viajar (sobretodo sola) me di cuenta que no juzgando el trabajo que hago, entendiendo que todxs en este mundo somos iguales, pero tan diferentes a la vez en nuestras creencias y formas de vivir la vida, puedo ir recorriendo los lugares que mi corazón me dice y aprendiendo en cada uno de ellos. Y si bien todavía no conozco todos los países que me gustaría conocer porque me tuve que quedar en ciertos lugares más tiempo que el deseado (y en otros tantos menos de lo que quería), entendí que el dinero es una herramienta para mi movimiento. No al revés. Que el dinero no me paraliza como si sucede quizás en el país en el que nací. Tengo la elección de que nadie me ate a ningún lado (es decir, con 36 años y siendo mujer elijo no ser madre) y eso es algo que también colabora a que pueda ir donde quiera, porque sólo dependo de mí. Donde yo quiera estar, haré todo lo posible para estarlo. Y si bien hay momentos en los que si trabajo 8, 9 y hasta 14hs sé que es temporal. Sé que lo hago por el tiempo que necesito y sigo. Sé que si no me gusta el trabajo en el que estoy me voy. Renuncio y me busco otro que cumpla con lo que yo necesito (ojo igual en Bs As también siempre fui un poco así).

Encontré en el viajar sabiduría. Y no sólo del entorno que en muchos casos es lo que hace un lugar, sino de la naturaleza. En estos años tuve el privilegio de observar tanto la naturaleza que fui entendiendo un poco más mi esencia. Lo que me llevó a tomar nuevas decisiones.

Con esto no digo que mi vida sea mejor que la de otros. Es diferente. Y en esas diferencias es lo lindo de encontrarnos. En conclusión, mi amigo me preguntó con esas ansías que yo le contestara que si me gustaría volver a Argentina porque él disfruta de su entorno, de su familia, de sus amigxs. La diferencia está en que hoy yo no me quiero quedar quieta. Disfruto de cada entorno, de cada persona que me presenta la vida para seguir. De cada casa donde duermo, de cada trabajo del que soy parte. De cada montaña a la que subo. Y de cada playa en la que me acuesto. Me gusta sorprenderme en Europa con la perfección y la puntualidad. Y me enamora el desorden del sudeste asiático. Me llena el alma aprender más y más de otras filosofías de vida. Y conocer animales que en mi ciudad no aparecen. Me cansa, pero me gusta, aprender nuevas palabras en otros idiomas. Y tratar de entender cómo viven las personas en ese lugar por el que camino. Me gusta sentarme en un lugar a observar a los oriundxs de ese espacio, y pensar qué les gusta, cómo viven y qué desean en sus vidas. Amo encontrarme con seres que marcan mi vida para siempre, tan sólo habiendo estado unos minutos en ella. Me emociona (a veces hasta las lágrimas) transitar el camino de un lugar a otro: subirme con mi mate a un bus o a un tren a observar qué hay en ese camino. Me llena de emoción y expectativa sentarme enfrente de mi computadora a sacar pasajes nuevos. Y esperar ese avión que me lleva a un nuevo destino. Y hasta me siento nuevamente una niña feliz cada vez que desembarco en un lugar, agarro mi cámara de fotos y voy a conocerlo a través de mi lente.

No sé si es la vida que seguiré eligiendo el resto de mi vida. Pero si es la que elijo hoy.

Soy consciente que en algún momento tendré que volver a mi ciudad, obligada o no obligada, y eso no quita que me quiera quedar tan sólo unos días o unos años si lo necesito. Quizás elija vivir mi vejez allí para estar rodeada de mis seres queridxs. O quizás no. Quizás prefiera transitar mi vejez con mi mochila en mis hombros y que todos me vean como una “viejita loca”. No lo sé. Y creo que tampoco quiero saberlo. Hoy me guía mi libertad de elegir dónde quiero estar de acá a un mes, seis meses o un año. Hoy me guía el poder decir esto no me gusta y seguir. Eso es lo que para mí es la libertad y la seguridad que encuentro viajando y no estando quieta en mi ciudad.

Y les cuento un secreto, no es fácil, muchas veces es desgarrador, pero es lo que elijo así que es lo más bello que tengo.

El viaje sigue… de Buenos Aires llegamos con mi pareja a Brasil luego de un larguísimo viaje ya que nuestro vuelo partía de Río de Janeiro hacia Europa. Pasamos unos días (sin planearlo) en el carnaval de Brasil en Cabo Frío y fue hermosa experiencia. Pero el viaje sigue en otro continente!!!

“No llores porque se terminó, sonríe porque sucedió– Gabriel García Márquez

 

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