MIS GANAS DE MUNDO

29.05.2020 – Andorra

Cuando no hay opciones, solo queda inventarlas. Cuando todo se pierde, solo queda encontrarse. Cuando la vida se pone dura, solo queda ablandarse.

Lagos Font D´argent – Límite entre Andorra y Francia.

Desde hace algunos años mi vida fue cambiando, y cada vez escuchando más frases de auto superación. Seguramente porque yo lo fui buscando, porque siempre quise superarme en algún sentido u otro: en el trabajo, en el deporte, en la comodidad de mi casa, en mis conocimientos con la fotografía… y en mis pensamientos, mi forma de sentir y transmitir.

Si bien cuando era pequeñita era una persona muy emocional (lloraba por todo, casi literal), a medida que fui creciendo mis experiencias fueron queriéndome hacer cada vez más dura. Y así llegué a mis “veinte´s “ aparentando ser una piedra a toda persona que me conociera.

Dejé de dar, dejé de mostrar mis sentimientos, dejé de contar bastante los sentimientos que tenía. En muchas ocasiones hasta llegué a sentir que no sentía mi corazón, como si sólo funcionara para vivir. Las películas no me emocionaban, si veía a alguien llorar lo consolaba pero trataba de secar esas lágrimas. Si escribía, lo tiraba. Las fotos que sacaba las guardaba. Pensaba en mí y en las cosas que me gustaban hacer a mí, sin importarme tanto el de al lado.

Hasta que un día tomé una decisión que hizo una inflexión en mí: decidí irme de viaje.

Y si bien esa no era la decisión que me llevaría a cambiar totalmente, esa decisión me llevó a reconocer que si yo me quería ir sola a viajar por el mundo, no podía seguir siendo como era, porque yo no confiaba en las personas, y necesitaría confiar. Porque me encantaba comprarme cosas por más que luego les diera poco uso, y estando de viaje no sólo no podría comprar cosas para acumular sino que me debía llevar muy poco! Porque no podría tener un brote de artritis como los que me agarraban ya que no tendría a mi médico cerca para que me tratara. Porque ya no tendría mi cama donde dormir todos los días y la seguridad de la ciudad donde nací y me crié (aunque de segura no tiene tanto! Jeje). Porque si bien estaba acostumbrada a mirar a todos lados, ahora debería tener no sólo ojos en la espalda para cuidarme, sino debería darle importancia a mis presentimientos, a mi sexto sentido porque no me cuidaría nadie más que yo.

Ya no tendría más mi sueldo de todos los meses para moverme como yo quisiera. Ya no tendría más ingresos, sólo los que me llevaba conmigo.

Ya no tendría más los abrazos de mi mamá para darme fuerzas y hacerme notar que todo está bien!

Esa decisión me llevó a empezar a conocerme a mí misma. Desde adentro, y no afuera. En pensar qué son esas cosas de la mente que hacen enfermar el cuerpo. Qué son esos sentimientos que uno va acumulando sin pensar y diciéndolos al viento sin entenderlos. En comprender a cada persona que uno tiene enfrente porque sus actos no son más que consecuencias de su vida.

Empecé así a leer sobre diferentes creencias, no sólo religiosas sino también de curación y sanación. Empecé a contactarme con personas que sabía que iban a colaborar en mi evolución, porque la única persona que se sana a uno mismo es uno propio.

Comencé a escuchar, a interpretar, a dejar lo que ya no necesitaba. A ir modificando la forma en la que me relacionaba con mi entorno. A ser un poco más amorosa y más sensible. Pero, por supuesto que uno no cambia de un día para el otro.

Entonces llegó el día de mi viaje. Con una evolución desde esa decisión pero no total aún, porque cuando uno quiere el camino es infinito.

Y aquí estoy. Dos años después de esa partida de mi país, escribiendo estas palabras… ya no rompo lo que escribo, al contrario lo comparto con las personas que quieran leerme. Las fotos las muestro para que cada vez más personas las disfruten y las compartan. Si me compro algo, regalo otra cosa en su reemplazo. Si me muevo y tengo mucho peso, regalo lo que no puedo llevarme. Si quiero llorar, lloro (y no saben cuánto lloro!) y si quiero bailar y cantar lo hago. Y si alguien que quiero necesita llorar, lo abrazo y dejo que sus lágrimas saquen todo lo que tiene guardado. Aprendí que en el deporte que amo no voy a ser la mejor, pero si soy mejor cada vez que disfruto cada partido que juego. Aprendí a confiar en las personas que quieren ayudarme, y seguir caminando cuando alguien quiere hacerme daño. Y si bien mi núcleo de personas se reduce a muy pocas, sé que son las que me quieren y en cualquier lugar donde esté me van a dar una mano. Disfruto de tener un lugar donde dormir, aunque a veces no sea una casa entera para mí sola.

Soy feliz con cada perro que puedo acariciar en la calle, y si me da besos más! Porque me acerco un poquito a mi perro que está en Buenos Aires.

Me emociono con cada paisaje que mis ojos ven. Y si algo me cuesta un poquito, me calmo, lo visualizo y voy por ello.

Mi mamá ya no me abraza pero me escucha cada vez que la necesito. Y esos abrazos a la distancia es como si la tuviera acá al lado mío.

Me abrí a las personas que quiero contando mis miedos y mis alegrías. Comparto un mate con quien quiera compartirlo. Observo, miro, interpreto, pero no juzgo.

Y lo más lindo es que me equivoco, y me sigo equivocando. Y siempre me encantó equivocarme. Por qué? Porque es donde aprendo, donde evoluciono, donde sano. A veces no me importa equivocarme (la de veces que quise ir a un lado y terminé en otro!) porque en la misma equivocación está el disfrute y la enseñanza. Pero otras veces sufro con la equivocación, y es ahí donde vuelvo a mirar mi interior y aprendo. Y si bien a veces la enseñanza es inmediata, muchas otras veces la enseñanza tarda. Pero aprendí que en ese tardar es donde uno tiene que escuchar sus emociones y vivir con ellas, no tratar de guardarlas.

Me queda aún mucho camino por andar, porque la vida misma es un camino y deseo que en ese camino siga aprendiendo, siga superándome, siga modificando esas cosas de mí que no me gustan. Así es y así será. Gracias.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *